Regreso a Ítaca

Ahora que Obama y Raúl Castro, en una reunión histórica, empiezan a buscar acuerdos para terminar con una relación enfrentada de los dos países desde hace más de 50 años, llega como caída del cielo esta película descarnada que muestra cómo era, cómo es y cómo puede ser Cuba mediante unos diálogos soberbios y entrelazados entre cinco personajes de la Perla del Caribe que se reúnen por la vuelta del exilio de uno de ellos.

Néstor Jiménez, Fernando Hechevarría, Isabel Santos, Jorge Perugorría y Pedro Julio Díaz Ferrán desnudan las vidas de sus personajes bajo un prisma deprimente de una juventud truncada por una realidad que muestra que aquellos tiempos se han convertido en nada. Aunque cada personaje tiene lo suyo. Por ejemplo Eddy, que es al que mejor le va en la isla, parece que se ha convertido en un comemierda al servicio del poder. Tania, la única mujer del grupo, no sabe si hizo bien al “vender” a sus hijos a un capitalismo triunfador para quedarse más sola que la una, sin tener dinero ni para ir a verles.

Rafa es un pintor frustrado que un buen día perdió la inspiración y se enganchó al ron. Aldo es el más duro del grupo, un negro que lucha día a día creyendo en su país para criar a un hijo que, paradójicamente, lo único que quiere es largarse. Y Amadeo, que vuelve después de 16 años de su exilio en España y que dejó morir a su amor en La Habana sin volver ni para despedirse. Curiosamente ahora busca revivir aquellos encantos de juventud en un país sin esperanza.

Todo transcurre en una terraza desvencijada, donde se reúnen para acoger a su amigo desterrado, pero pronto empiezan pasadas rencillas y malos recuerdos, mezclados con la música de antaño que suena en un viejo casete. Quizás el personaje más auténtico es la madre de Aldo, que prepara unos exquisitos frijoles con arroz para la ocasión.

Film amargo y conmovedor, dirigido por Laurent Cantet (7 días en la Habana, Foxfire: Confesiones de una banda de chicas) y coguionizado por Leonardo Padura y el propio Cantet, es un ejemplo de cine inteligente y emocional, de bajo presupuesto (se rodó en 17 días) pero con unas interpretaciones maravillosas que hacen que desde el principio estés sentado en su mismo asiento corroído de una camioneta vieja, saboreando un rico ron cubano que preside como un símbolo fálico el centro de la destartalada mesa.

Es triste ver cómo con el paso del tiempo se van derrumbando sus teledirigidos ideales, convirtiéndose en una fase terminal del desencanto, pero con una luz de esperanza que anida en el fondo de cada uno de sus personajes de manera diferente. Una película de 5 estrellas cargada de melancolía que te hace pensar, llorar y reír. No debes perdértela y más aún después de lo que está pasando en una Cuba que parece querer renacer y dejar de lado aquellos tiempos de los que quizás en breve olvidarán para siempre.