Ojito con algunas madres

La famosa y popular “mamitis” es una afección padecida especialmente por hombres y soportada estoicamente por sus esposas.

Patricia Peyró. 01/05/2015
Emma Watson
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“El amor de la madre es incondicional”. Esta frase, que parece tópica y obvia, en realidad no lo es.  La idea la formuló el célebre psicoanalista y psicólogo social Erich Fromm en su libro “El arte de amar”, obra considerada un tratado de referencia en el estudio de la materia amorosa desde el punto de vista psicológico.

Fromm quiso aclarar la diferencia entre el comportamiento sano de “amar” y el simbiótico o dependiente, en el que éste se dirige únicamente a una persona u  “objeto amoroso” con la que se sostiene una relación simbiótica o dependencia, e insana en términos de salud mental.  Tal sería la relación madre-hijo mantenida entre los afectados por la famosa y popular “mamitis”, afección padecida especialmente por hombres y soportada estoicamente por sus esposas.

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Bromas (o no) a parte, Fromm aseveraba que el amor de la madre es incondicional porque se tiene, mientras que el amor del padre se ha que ganar, lo cual tiene su sentido: en el nacimiento, la dependencia con la madre es total y el amor podría vincularse con el instinto de conservación.

Aunque Fromm, como buen psicoanalista, también hablaba de un elemento narcisista en el amor materno, que chocaría con la visión altruista de amar a un bebé o ser indefenso y que apenas aporta nada más que trabajo y sonrisas: “En la medida en que sigue sintiendo al niño como una parte suya, el amor y la infatuación pueden satisfacer su narcisismo”.

robertdeniro
El amor de madre inspira hasta a los hombres más duros, portadores de elaborados tatuajes, tal y como se ve en las películas de presidio

Todos sabemos que “madre no hay más que una”, pero ojito con algunas madres: algunas adoran a sus hijos, pero no los ayudan a evolucionar y volar solos. Las buenas madres deben superar su complejo de protagonismo -perdón, su impulso de trascendencia en su hijo- para dejarlo crecer y, posteriormente, dejarlo marchar, en una actitud no sólo de tolerancia, sino de proactividad para que esto suceda.

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