¿Ramos de novia sobre hilos de cobre? ¡Sí!
Alemán, quinta generación de jardineros y floristas, Gregor Lersch dirigió un taller en las afueras de Washington DC. Su técnica y originalidad lo hacen uno de los diseñadores más vanguardistas del mundo.
La dramatización de las formas, la justificación de la estructura, el balance de los colores, la sensación de ingravidez, el mundo interior de un arreglo floral. Cada uno de estos conceptos han sido pensados, esquematizados y ejecutados por Gregor Lersch, generando una corriente mundial en que desafió las normas del diseño floral.
Con apenas 25 años ganó el concurso para floristas más prestigioso de Alemania -luego vendrían cinco copas mundiales- y continuó la senda inaugurada por su tatarabuelo en 1863 abrió un vivero en el pueblo, actualmente Bad Neuenahr-Ahrweiler.
La semana pasada estuvo dictando un taller de tres días o como él los llama “tres historias”. Invitado por una de las 62 diseñadoras más importantes del Estados Unidos -según la revista Weddings Martha Stewart- Holly Chapple, el escenario no puedo ser mejor: la estancia Hope en el valle vitivinícola por excelencia de la costa este.
Diseñadores venidos de todos los rincones de Estados Unidos fueron desafiados a repensar la creación de un arreglo floral bajo nuevas forma, patrones, contexto, utilidad y color. “Las flores han estado desde siempre, pero cada diseño debe buscar impactar emocional, cultural o intelectualmente”.
En Estados Unidos, aunque existen escuelas, la aproximación a la floristería es intuitiva. A diferencia de Europa, donde es una disciplina a la que se le dedican varios años de estudio, partiendo por la sucesión de Fibonacci y la proporción divina de Leonardo da Vinci.
Gregor Lersch, además de las flores como materia prima, utiliza alambre, karakutokyo (papel japonés de madera), papel de arroz, cortezas de árbol, tubos de ensayo, madera, etc. En pocas horas puede hacer múltiples estructuras que sirven de bases para sus creaciones florales: una jaula abierta coronada con mini rosas, un nido metálico y aéreo de zinnias, un canasto con un sombrero de tulipanes.
¿Alguna vez ha recibido un bouquet que se sostenga en una rejilla de cobre? Pues ese es uno de los diseños más simples de Gregor Lersch. Y no es su afán el de complicar el diseño por antojo, sino crear belleza. Así que después de las charlas matinales, dedicó las tardes a enseñar las técnicas que domina, sobretodo en el dominio del alambre.
Al finalizar el curso, los asistentes partieron de vuelta a sus ciudades con una mente abierta a la experimentación, al desafío a la gravedad gracias a las destrezas aprendidas y nuevos amigos.
Gregor que había llegado de Singapur, partió a México DF. Su profesión lo obliga a viajar constantemente por el mundo. Ha sido fundador de 20 escuelas de arte floral, lleva 53 países en el cuerpo, le quedan 15 que visitar antes de fin de año, incluidos Kazajstán.
Hace poco tiempo traspasó su florería a un discípulo. Sus hijos, aunque ligados al diseño y la arquitectura, no siguieron con una tradición familiar que llegó a cumplir su 150 aniversario. Pero, junto a su mujer Gabriele, mantiene una exquisita colección de flores y plantas en su vivero.