Obesidad: Adictiva, crónica, incurable
Llegar a la conclusión, como han hecho investigadores americanos, de que la obesidad es una enfermedad adictiva, crónica e incurable solo ha podido ser posible después de sopesarlo y valorarlo muy despacio.
No se trata de “disculpar” a los que tienen un peso superior al recomendado, pero tampoco de castigarles, insultándoles por “gordos”. Se trata de buscar datos, hechos, circunstancias que expliquen esta auténtica epidemia contemporánea. Y si algo está más que comprobado es que los obesos, con un índice de masa corporal superior a 30 (peso/(talla)2) tienen muy difícil adelgazar. En un estudio de nueve años de duración, consiguieron recuperar un peso adecuado menos del 3% de los 176.000 pacientes estudiados. En comparación, es mucho más adictivo que la cocaína.
Al igual que las drogas adictivas producen mecanismos fisiológicos cerebrales de recompensa, de placer, pero además provocan cambios fisiológicos, por ejemplo con un aumento de adipocitos, las células de almacenamiento de grasa. Por ello, cuando se intenta adelgazar, el cuerpo detecta que está pasando necesidad y genera mecanismos de compensación. De hecho, hasta disminuye el gasto de calorías y provoca más hambre para evitarlo. Mecanismos de pura supervivencia.
Tiene mucha trascendencia, claro está, el hecho de que pensemos añadirle el calificativo de “incurable”. Es tan difícil perder peso que incluso los que lo consiguen deben ser considerados “obesos en remisión”, que en cualquier momento pueden recaer, en vez de estar “curados”. “Hola, me llamo Rafa, y soy obeso, aunque en estos momentos me encuentre en mi peso ideal”. Hoy por hoy solamente parece haber un tratamiento efectivo contra la obesidad: la cirugía bariátrica. Y eso, contando con los numerosos efectos secundarios que presenta.
Por todo ello el tratamiento debe ser la prevención, desde la infancia. El colegio y los padres deben enseñar hábitos alimenticios y de vida. Quizá por eso empresas que venden productos azucarados, como las colas, centran su mensaje en niños y jóvenes e insisten en lo saludable que es el ejercicio, dejando al lado todo lo relacionado con la alimentación. Este mismo verano hemos leído mucho sobre presuntas presiones de dichas empresas para que no se hable de azúcar en las pirámides alimenticias.
Un solo productor de bebidas azucaradas patrocina un torneo de fútbol en España en el que participan más de 100.000 niños. Las hamburgueserías tienen en sus instalaciones zonas de juegos a los que llaman “Gym”. Sin sus patrocinios, eventos como los juegos olímpicos, paralímpicos, de invierno, mundiales de fútbol o baloncesto reducirían mucho sus ingresos. ¿No resulta al menos un poco chocante? ¿Castigamos a los que sobrepasen el peso recomendado, como se ha pretendido en Gran Bretaña, donde se propuso que los obesos pagaran más si no perdían peso?
Frente a eso empiezan a surgir movimientos de advertencia, concienciación. La ciudad de San Francisco quiere etiquetar los productos con advertencias de su relación con enfermedades crónicas como la obesidad y la diabetes. Y la ciudad de Berkeley, vecina de San Francisco, les quiere aplicar impuestos especiales. Al fin y al cabo esas enfermedades suponen un aumento de gasto público también en su atención. Por último, hay estudios que relacionan la obesidad con el desarrollo de Alzheimer, quizá no de forma directa, sino por la pérdida de hábitos de buena salud y actividad física.
1 de cada 5 niños españoles son obesos. Sumemos los que presenten sobrepeso. A ellos nos debemos, también. No les abandonemos a una vida de fármacos, sofá y hospital a cambio de olimpiadas retransmitidas por televisión. Mientras, a ver si consigo bajar algo mi peso antes de que lleguen los polvorones, que están al caer.