Tres hombres y una dama
La Torre Loizaga en Vizcaya acoge la mayor colección de Rolls Royce jamás expuesta.
Apenas tenía 9 años cuando su padre, un molinero de Alwalton le dejó huérfano. Apasionado por la incipiente electrónica, tuvo que vender periódicos y repartir telegramas para ganarse la vida y ayudar a su familia. En su empeño por conocer los secretos de la electricidad consiguió un trabajo como aprendiz en un taller de locomotoras, fabricaba dinamos y las noches se le quedaban cortas estudiando electrónica. Acabó fundando su propia empresa, Royce, y en 1094 fabrica su primer coche.
A partir de ahí, el esfuerzo, sus conocimientos y un socio fundamental, Charles Rolls, le llevan a fundar la que pronto sería la marca de coches más lujosa de la historia del motor. Charles, ingeniero, amante de la velocidad, de los globos aerostáticos, el primer aviador en cruzar el Canal de la Mancha, era el socio perfecto. Y El fantasma plateado, el Silver Ghost, les lanzó a la fama en 1907 gracias a la buena reputación que el majestuoso vehículo consiguió en poco tiempo. Los mejores coches del mundo ya tenían apellido.
Sin embargo, su socio y amigo Charles no pudo disfrutar las mieles del éxito. Su pasión, la aeronáutica, se lo llevó para siempre en un terrible accidente acrobático en 1910. Se convirtió así también en el primer aviador británico en fallecer en un accidente aéreo. Pero la dama alada sobre las proas de aquellos espectaculares coches, resumía el éxtasis que produce el mayor de los lujos. Conducir. El espíritu del éxtasis. La perfección, la velocidad. El silencio.
Henry disfrutó el resto de su vida diseñando y perfeccionando sus propios motores, él mismo les ponía los emblemáticos nombres que siempre fueron. Phanton, Silver Wrait, Silver Dawn, Silver Cloud, Silver Shadow, Corniche… La dama volaba en plata y el éxtasis cautivó a reyes y reinas, jeques, maharajás, duques, príncipes y amantes de la perfección. Las dos R-R nacieron rojas para chochar contra el viento bajo las alas del éxtasis. Pero tras la muerte en 1933 de Henry Royce, y en eterno homenaje al mecánico que siempre fue, pasaron a llevar el color del luto.
Perfeccionista, artista, pianista, enamorado de la vida y de su tierra, era también Miguel de la Vía. El Concejuelo de Galdames le esperaba para dar vida a una vieja torre del siglo XIII que, paciente, esperaba una romántica resurrección. Vizcaya en su corazón y en sus manos el arte y otra pasión, el automovilismo. Durante décadas restauró la vieja torre que encerraba sus secretos de las guerras Banderizas. La Torre Loizaga es el resultado de un trabajo meticuloso y detallista como aquel que ocupara la vida del mecánico Henry Royce.
“Por trono tienes la cumbre donde te alzas majestuosa” escribió Antonio Trueba en un poema a ella dedicado. Un espectacular rincón escondido entre los montes más bellos de Vizcaya. Un proyecto personal único en el mundo. Miguel de la Vía restauraba su torre mientras poco a poco ampliaba una colección de Rolls-Royce y coches clásicos. Su vida transcurrió entre empresas, pero jamás escatimó esfuerzos para reunir en su torre los iconos del automovilismo.
En un olvidado pajar encontró un Rolls cuya carrocería Baker estaba tan deteriorada como años antes aquella su querida torre. Una aguja en un pajar, el mítico Silver Ghost es ahora uno de los “ejemplares” más importantes de la colección. La colección que Miguel de la Vía completó hasta conseguir TODOS los modelos de la casa Rolls-Royce desde su fundación hasta que fue vendida en 1998 a BMW. La colección del éxtasis más importante del mundo reunida en salas a cual más fascinante y en un entorno singular como los tiempos del Medievo.
La colección completa de Rolls-Royce esta impecablemente catalogada, enumerada e identificada. Todos los modelos Silver nos hacen ver el mundo color plata y la dama alada se erige dueña y señora en la fastuosa serie Phantom contagiando fascinación en la sala V. La imaginación se despliega para rememorar la historia más fascinante del mundo del motor durante el siglo XX.
La industria del automóvil emerge entre la admiración y el futuro. Un espectacular Issota Fraschini, azul celeste de 1925 compite en elegancia con un crema y negro Hispano Suiza K-6 de 1936 o un imponente Cadillac Roadster de 1909. El lujo de la minoría junto a los primero coches para el gran público como el pequeño Peugeot de 1903 o las carrozas y diligencias del siglo XIX. Caprichoso también el camión de bomberos Merryweather, que combatió los fuegos de Sussex y ahora centra la atención en una de las salas de la Torre Loizaga.
La evolución aerodinámica llega en los años 30 y 40 para culminar en los 60 de la mano de Porche, Mercedes o BMW. Los descapotables, siempre fascinantes y objeto de deseo nos hacen soñar con románticos paseos a bordo de un mítico Pagoda de Mercedes, para recorrer la elegancia deportiva de los 70 en un Jaguar E-Type, o fardar en un tan interminable como imponente Cadillac Deville Convertible. El diseño revolucionario y visionario del Lamborghini Countach 1982 no deja indiferente a nadie.
Hasta 75 vehículos listos para ser conducidos y en un impecable estado de conservación completan esta espectacular colección de clásicos para hacer vibrar al visitante, amante o no de un mundo que cambió el mundo. Un viaje al pasado, que une viejas guerras medievales con el comienzo del lujo más exquisito. Un viaje al pasado que une a tres hombres, Henry, Charles y Miguel con la dama alada.