¿Por qué está deprimida Cara Delevingne?

Damos por sentado que todos los famosos que copan los titulares de las revistas y los programas de sociedad viven inmersos en la opulencia, nadan en la abundancia y, por extensión, también gozan de la más absoluta felicidad. Creemos que el fracaso, el anonimato o la mediocridad son, aparentemente, nuestros peores enemigos, la antítesis de la gloria. No nos paramos nunca a pensar que también se puede sucumbir ante el éxito. Cara Delevingne podría ser el último ejemplo de ángel caído en el Olimpo de los Dioses. Afortunadamente, aún está a tiempo de forjarse un destino más prometedor.

La imagen de Cara Delevingne ha sido durante meses la gran imprescindible en el mundo de la moda, en la publicidad o en la prensa rosa. Como ya le ocurrió a Kate Moss, su mera presencia generaba (y aún genera) ese morbo que vende alegremente titulares e imágenes como si fueran churros. Porque Cara Delevingne tiene ese ‘je ne sais quoi’ con el que pocas celebridades cuentan y que les convierte en el producto de marketing perfecto, sólo con poner un pie en la calle. Eso mismo les coloca, también, al servicio de una industria feroz.

Cara Delavingne era omnipresente, hasta que desapareció. Su última aparición pública tuvo lugar al finales del pasado mes de enero, en el desfile de Chanel en París. Allí, como es habitual, la modelo británica no pasó desapercibida: revolucionó el front row y fue el centro de todos los flashes al sustituir todos sus accesorios por sostener a su perro, Leo, con quien se presentó en el desfile. Eso mismo hizo que fuera, a la vez, el centro de muchas críticas al someter a su perro a un estrés que le fue difícil soportar (al no dejar de moverse, inquieto, un miembro de seguridad se tuvo que llevar al animal lejos de los focos ante las demostraciones de amor que le hacía su dueña, lanzándole besos). Lo que le ocurrió a Leo era la antesala de lo que estaba a apunto de ocurrirle a su ama, Cara.

“Sufro depresión y ser modelo fue, durante un tiempo, un parche particularmente difícil para no odiarme a mí misma”, dice Delevingne en uno de los twits con los que ha confesado al mundo que tiene depresión y ha asegurado que no culpa a nadie de ello, tampoco al mundo de la moda. «Soy muy afortunada por el trabajo que tengo que hacer, pero yo solía trabajar para escapar y acabé por completo agotada de mí misma”.

Ahora, centrada en el rodaje de ‘Valerian and the City of a Thousand Planets’, a las órdenes del director francés Luc Besson, parece que el trabajo es nuevamente una vía de escape para ella. “Me estoy centrando en el rodaje y tratando de aprender cómo no desmenuzar cada uno de mis defectos. Soy muy buena en eso”. Delevingne depositaba así en los cinco millones de seguidores que tiene en Twitter la confianza suficiente como para desahogarse con ellos, para “vomitar palabras un poco”. Y en línea con los síntomas depresivos que confesaba padecer, se mostraba desesperanzada y desmotivada ante un futuro del que ha dicho no querer esperar nada, tratando sólo de “hacer lo mejor posible y a ver qué pasa”.

La depresión no es un cuento chino, ya lo hemos comentado aquí en varias ocasiones: Seis de cada 10 personas que deciden quitarse la vida en nuestro país sufren depresión. La Organización Mundial de la Salud nos ofrece cifras escalofriantes: el 5% de los españoles sufren depresión. Y nuestra tasa no es particularmente elevada. Se calcula que es entre 1 y 3 puntos más elevada en países como Reino Unido (de donde es originaria Delevingne) o Japón.

El porcentaje se duplica en países del norte de Europa (particularmente en los países nórdicos, donde la falta de horas de luz explica la elevada incidencia de problemas emocionales) y también en EEUU. Añadamos otros dos datos que son especialmente relevantes en este caso: las mujeres tenemos el doble de riesgo que los hombres de padecer un episodio depresivo a lo largo de la vida; y todos somos más proclives a ello siendo adultos jóvenes, entre los 18 y los 29 años. Nuestra protagonista encaja tristemente en el perfil al pie de la letra.

A  la mera estadística impersonal, se suman también otros factores explicativos. La ansiedad mal gestionada, la emoción no atendida, la urgencia de la inmediatez, los cánones inflexibles, la imagen escudriñada, la autoexigencia desmedida, la crítica rígida y despiadada, la autoestima cuestionada a edades tan tempanas que aún está en plena formación… La vida de una superestrella joven es carne de cañón para el desarrollo de trastornos y problemas metales como la ansiedad, la depresión o incluso las adiciones. Lo hemos visto en cientos de otros casos.

Un libro publicado recientemente, ‘Marilyn tenía once dedos en los pies’, le dedica uno de sus capítulos a ilustrar precisamente las desdichadas anécdotas de un nutrido grupo de estrellas infantiles que en algún momento han sido presas de su propio éxito. Destacan las historias de Macaulay Culkin o Drew Barrymore. El libro no menciona casos como los de Lindsay Lohan o las gemelas Olsen, sólo un par de ejemplos más entre otros muchos.

Se suele decir que de la ansiedad a la depresión hay un paso y es que más del 70% de las personas que sufren trastornos de ansiedad no tratados acaban por presentar sintomatología depresiva. No es de extrañar: situaciones de estrés sostenidas en el tiempo acaban por superar las capacidades de afrontamiento de la persona y generan las mismas sensaciones de desbordamiento, indefensión, ineficacia o inutilidad que también son características de la depresión.

Otros síntomas físicos, cognitivos y emocionales se manifiestan también de manera similar. Muchas veces la propia ansiedad mal gestionada, la presión constante ante la que se sucumbe sin posibilidad de ejercer ningún tipo de control o alivio sobre ella es efectivamente la antesala de las depresiones que habitualmente se atienden en una consulta ambulatoria.

La realidad de la vivencia de la depresión va asociada a un rígido patrón de pensamiento y a un estado de ánimo tan bajo como aparentemente inalterable desde el exterior. La persona que padece depresión no le encuentra ningún tipo de placer o de motivación a la realización de actividades cotidianas, ni siquiera a aquellas que en algún momento sí le fueron gratificantes.

Tiene el ánimo constantemente apagado, la tristeza que le invade es permanente, interpreta su futuro en términos siempre desesperanzados y siente una profunda indefensión. La persona con depresión se considera inútil y casi constantemente culpable por lo que le ocurre tanto a ella misma como a las personas de su alrededor. El nivel de sufrimiento es tal que es recurrente identificar pensamientos de muerte, intensas sensaciones de vacío que producen tanto malestar que a la persona le hacen pensar en la idea de desaparecer. Esperamos que el desahogo y el valiente reconocimiento explícito que Cara Delevingne ha hecho de su sufrimiento supongan el inicio de un proceso de recuperación.