‘Asalto al vacío’, de Irma Álvarez-Laviada
El temor que produce no ser capaz de desvelar el sustrato intelectual sobre el que se construye la obra supone en muchas ocasiones un inhibidor del placer.
Es frecuente que el público interesado en el arte contemporáneo, pero no específicamente formado, que se enfrenta a las exposiciones de los artistas conceptuales lo haga con cierta inquietud, cuando no directamente vértigo. El temor que produce no ser capaz de desvelar el sustrato intelectual sobre el que se construye la obra supone en muchas ocasiones un inhibidor del placer.
El trabajo la artista Irma Álvarez-Laviada (Gijón, 1978), que se inició muy joven en una vanguardia canónica y plenamente integrada en el mercado, la abstracción geométrica, evolucionó rápidamente hacia un conceptualismo particularmente exigente desde el punto de vista intelectual. En efecto, la obra de Irma contiene abundantes referencias literarias y filosóficas, pero como ocurre con las películas de Hitchcock, o con la novela de Eco, ‘El nombre de la rosa’, también contiene diferentes niveles de lectura y es capaz de transcender al mundo de los iniciados y de llegar a cualquiera que sea capaz de conmoverse con una propuesta plástica tan potente como equilibrada.
Hay dos leit motiv principales de la obra de Alvarez-Laviada. Uno es el vacío. No el vacío como especulación fría, sino como experiencia vivida por la artista durante una crisis de creación en el año 2001 que le llevó a dejar la abstracción geométrica, a abandonar lo que en definitiva percibía como una escuela, para buscar una repuesta en una obra mucho más personal. El otro es el interés por lo que no se ve, por lo escondido, por la parte de atrás de las cosas.
Con sutileza, elegancia, equilibrio y armonía, Irma nos descubre la belleza y el significado del revés, de lo oculto, de la otra cara, de lo que está detrás, utilizando una pluralidad de técnicas (pintura, escultura, fotografía, instalación) para la puesta en escena de sus composiciones. Exactamente igual que el anverso de cualquier elemento necesita de su reverso para su existencia, el enfrentamiento de la ausencia de actividad productora en el estudio, se transforma en presencia creadora.
Bolas de cinta adhesiva con restos de pintura que se amontonan por el suelo del estudio y que han servido para la realización de un cuadro (para evitar que la pintura cubra una parte del lienzo, para preservar, por tanto, el vacío en una parte del lienzo) y cuyo fatídico destino sería la papelera cuando consiguiéramos despegárnoslas de las manos, cobran vida y despiertan en esta artista un interés plástico y una reflexión sobre la atracción de su proceso pictórico. La herramienta se transforma en actor principal y modelo y toda la belleza de esas bolas queda registrada en una serie de fotografías.
Los cuadros en reposo, de espaldas, embalados y apilados en el estudio, también son objeto de reflexión y relectura. El papel pintado que ha estado sujeto en un soporte, en un bastidor, es sacado de este espacio, plegado, después desplegado, mostrando el encanto de las huellas, las marcas y la geometría que estos pliegues han dejado en esta pintura.
Otras veces los embalajes que protegen sus pinturas también se metamorfosean, dando lugar a la serie ‘Desapariciones’. A estos envoltorios de plástico de burbujas y papel que protegen sus pinturas, Irma los pinta con pintura industrial en colores planos, transformado el sentido y significado de estos objetos.
La artista nos invita a un recorrido por un camino diferente dibujado por curvas, a veces pronunciadas y difíciles, que transita por paisajes ocultos y sorprendentemente bellos. Aunque el destino sea ya conocido, el viaje merece la pena.
Algunos de sus últimos trabajos, como ‘Las cajas de cartón desdobladas’, abiertas, donde se anula completamente su función, dejando ver su vacío, o las actuales propuestas cercanas a la escultura consistentes en una estructura de hierro donde se apilan recortes de metacrilato, ordenados de una manera estética y que aluden a la reordenación de materiales de deshecho, al anonimato de su origen y destino, pudimos verlos en la pasada edición de ARCO 2016.
Becada este año por la Fundación Botín, Irma también lo ha sido de Caja Sur, de la Residencia de Estudiantes de Madrid, de la Casa de Velázquez y de la Real Academia de España en Roma. Con obra en instituciones como el Ministerio de Cultura, el Ayuntamiento de Madrid, museos, fundaciones y colecciones privadas, Irma Alvarez-Laviada ha expuesto en numerosas ciudades de España y del mundo.
Hasta mediados de octubre se puede apreciar uno de sus últimos proyectos, ‘El efecto Barnum’, en la capilla del museo Barjola de Gijón. Y el próximo 26 de noviembre inaugurará sus últimos trabajos en la galería Luis Adelantado de Valencia.