Cuatro síntomas que predicen tu divorcio

No es la primera vez que en The Luxonomist le cortamos las alas a los más románticos: el enamoramiento es efímero y la verdadera realidad de la pareja viene después. Por mucho que nos empeñemos en idealizar a quien tenemos en frente, las rutinas cotidianas y lo mundano de la convivencia se encargan de transformar lo divino en humano. Y, por tanto, también en imperfecto.

Después de un tiempo de flores, mariposas y arcoíris, la realidad acaba por imponerse. La convivencia obliga a ajustar conductas, reestructurar costumbres, hacer renuncias, conciliar horarios, afrontar dificultades, consensuar tiempos de ocio, repartir tareas, dividir responsabilidades…

Es decir, la convivencia nos empuja al conflicto. Porque es absolutamente imposible que los intereses de ambos encajen en todo momento al 100 %, el conflicto pone de manifiesto esa necesidad de ajuste. El conflicto no es malo para la pareja, lo que es perjudicial es no resolverlo de manera satisfactoria; aunque eso signifique que tengan que contemplarse ganancias y renuncias por ambas partes.

En todo este proceso la pareja que se ajusta -y sobrevive- con éxito y satisfacción es la que es capaz de resolver sus conflictos con habilidades de comunicación, habilidades  de negociación, resistencia al frustración, capacidad de aceptación y una dosis de creatividad. Los famosos problemas de comunicación que en tantas parejas hacen estragos se ponen de manifiesto precisamente aquí, en el momento de resolver desavenencias y llegar a acuerdos. Porque para entenderse es necesario respetar ciertas normas.

John Gottman, el prestigioso psicólogo, terapeuta e investigador en relaciones de pareja de quien ya hemos hablado en otras ocasiones, ha estudiado en su famoso Laboratorio del Amor (Love Lab) cuáles so los principales enemigos de la pareja, una serie de comportamientos que ha ido identificando metódicamente a lo largo de los años en parejas que no eran capaces de resolver sus conflictos y que de cada uno de ellos salían más y más dañadas.

Fruto de arduos y rigurosos estudios en los cuales se ha seguido y analizado con lupa el día a día de miles de parejas durante años, Gottman y sus colaboradores han encontrado 4 dinámicas de relación bien concretas que en pareja conducen sí o sí al sufrimiento y al deterioro. Cuatro actitudes que de manera sistemática y sin fallo destruyen a la pareja. Tanto es así que el propio Gottman los bautizó como ‘Los cuatro jinetes del Apocalipsis’.

Si divorciarte no es uno de tus objetivos para este recién inaugurado 2017, entonces presta atención para que ninguna de estas 4 perniciosas dinámicas forme parte la forma en la que te relacionas cada día con tu pareja:

1 – Críticas destructivas. Que más que críticas suenan a acusaciones. En oposición a las deseables críticas constructivas, las destructivas juzgan y sentencian a la persona. Cuando caes en esta dinámica no hablas de lo que el otro hace sino de lo que es. Es decir, le catalogas y encasillas sin remedio, sin ofrecer solución alternativa y sin permitir margen para la rectificación. Con la crítica destructiva se persigue castigar al otro generando en él culpa, malestar e indefensión.

2 – Actitudes defensivas. En este caso la persona que recibe la crítica eres tú, y la recibes muy mal con independencia de que pudiera estar formulada en términos constructivos. Te sientes tan harto/a que no aceptas haber cometido ni el más mínimo error. Por eso en lugar de escuchar con ánimo de reencauzar la situación lo único que te sale es contraatacar sin atender siquiera lo que te están señalando. Tu pareja te plantea una situación problemática que le hace sentir incómoda, pero tú en lugar de centrarte en las soluciones te limitas a escupirle de vuelta otra situación que es a ti a quien le molesta.

3 – Gestos de desprecio. Normalmente elementos de la comunicación no verbal que no pasan desapercibidos a los ojos del otro, estrategias pasivo-agresivas de mostrar tu descontento sin expresar de manera directa. No tienes ánimo de resolver, sino de ofender. También pueden ser elementos más explícitos como insultos, comparaciones o recordatorios de un pasado que al otro le avergüenza. Todo vale cuando se trata de hacer sentir muy pequeñito a tu interlocutor y adoptar una actitud despreciativa que haga que nada de lo que pueda decir tenga ya ningún valor para ti. El problema es que a quien tienes en frente es a tu pareja, y de quien mas cuidado y menos desprecio espera es precisamente de ti. Atención a la peligrosa sensación de desprotección y desesperanza que este tipo de actitudes generan.

4 – Actitudes evasivas, huidizas o de aislamiento. Implica esconderse del otro, omitir su existencia y, por tanto, mostrar indiferencia hacia todo lo que de él provenga. Mirar hacia otro lado no contribuye en nada a resolver un conflicto. Muy al contrario, lo agrava y multiplica la distancia entre dos personas que poco a poco se van alejando de su proyecto común para protegerse el uno del otro. Cuanto mayor sea el grado de indiferencia que muestres, mayores serán el enfado y el rencor que se cultiven por la otra parte. En caso de mantenerse esta situación en el tiempo, esa indiferencia terminará por generalizarse.

Si te reconces en alguna de estas actitudes frente a tu pareja –y en tus objetivos no incluyes darle carpetazo a tu relación de pareja– corre a ponle remedio. De lo contrario, el desgaste y el malestar están asegurados.