Puros de cepo ancho

El estanco moderno se nos muestra cargado de puros con cepo ancho y longitud reducida frente a esos cigarros finos y largos. Tú, ¿de cuál eres?

Bernardo&Peyró. 23/02/2017

El debate -en el ámbito de la escultura griega- entre el canon de siete cabezas o el de ocho es ilustrativo de nuestra propensión a dar realce a aquello que en abstracto -hablamos de la estilización, de la gracia- no parece tan importante. Y desde luego que lo es. Esta clase de discusiones muestra, además, cómo es de voluble el gusto. Que el canon es algo cambiante lo comprendemos en cada paseo por esas galerías del Museo del Prado donde uno observa con igual placer la rotundidad carnal de los retratos de Rubens y el garbo casi aéreo de los del Greco. Y lo comprobamos, generación tras generación, cuando nuestra hija adorna su tobillo con esa misma calavera que a Valdés Leal le habría servido de motivo para una vanitas.

Para gustos, los colores. John
Para gustos, los colores. John Houston con cigarro ancho y Mark Twain con cigarro fino

A los bailes propios de la sensibilidad se ha añadido la uniformización de un mundo global. Digamos que desde hace ya unos años cambiamos a la vez de preferencias, como una gran coreografía que une, por primera vez en la historia, los confines del mundo. Y desde luego que con los cigarros ha sucedido otro tanto. El estanco moderno se nos muestra cargado de puros con cepo ancho y longitud reducida (desde los robustos hasta los cañonazos, como el Cohiba Siglo VI) frente a esos cigarros finos y largos (las coronas, incluso los churchills) más propios de la primera mitad del siglo XX. Se mantiene, por decirlo así, el “cubicaje” de los puros, aunque se alteren sus proporciones. En realidad, nunca es fácil saber si fumamos cigarros más gruesos porque los preferimos o porque esos son los que nos encontramos en las cavas.

Puro ancho
El puro de cepo ancho, para tardes de lectura y cigarro

Lo cierto es que en los puros de cepo ancho el fumador recibe de buenas a primeras un volumen considerable de humo. Son más obvios, más directos, propios quizá de un tiempo sin misterio. Nos despliegan su aroma y su identidad desde el principio. Son los que fumamos cuando la tarde no es un paraíso, sin más perspectiva que la lectura y el cigarro.

Los puros finos,
Los puros finos, para dejarse sorprender

Los puros finos -recordamos los ya extintos Slenderellas, y desde luego cualquiera de los Medaille d’Or de La Gloria Cubanarequieren del fumador, por acuñar un término, un “trabajo de succión”. En estos puros el sabor se concentra, los notamos en la lengua y advertimos pulgada a pulgada su evolución. Exigen la maestría del torcedor para así evitar los nudos, que son, como es bien sabido, la madre de todas las ansiedades del fumador. Si el cigarro de calibre grueso se nos da, en los finos debemos buscarlo.

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