God Save Embassy

Las reacciones no se han hecho esperar ante el anuncio del cierre del mítico salón de té tras 86 años de historias inolvidables.

Eugenia Marcos. 09/03/2017

Es el tema de conversación de las últimas horas en Madrid, aunque los lamentos transcienden de la capital. Y es que el histórico salón de té, Embassy, ha dado cobijo a alegrías, lágrimas, confidencias y tertulias a varias generaciones de «capitalinos« y visitantes de toda España y el extranjero. En las mesas, vestidas con mantel, siempre ha habido mucho trajín: que si un té con pastas glaseadas o una tartaleta de limón, que si un plato de hojaldres de queso o un sándwich (con sus rebanadas de pan de exactamente cuatro milímetros de grosor)… o mejor sírvame una copa de champán, un chocolate a la taza o el famoso bloody mary de los domingos.

Sus mesas han visto a pasar a generaciones de clientes
Sus mesas han visto a pasar a generaciones de clientes

Los camareros, el limpiabotas, la responsable del guardarropa, las dependientas de la tienda delicatessen… en total son más de cincuenta empleados de trato amable y sonriente pero que estos días se muestran emocionados por la noticia del cierre (que implica mucho más que su despido) y por las constantes muestras de cariño de sus clientes. Uno de ellos, Jacob Bendahan, me contaba conmovido: «He pasado los últimos 14 años de mi vida almorzando en Embassy prácticamente todos los sábados y siempre el mismo menú, un sandwich Ascot sin jamón con un té frío azucarado. Para mí es como si me quitaran algo. Comprendo que la propiedad tiene todo el derecho del mundo a cerrarlo, venderlo o traspasarlo pero a veces los dueños no se dan cuenta de que hay cosas que trascienden de su propio contrato personal y pasan a ser patrimonio de los demás. Y éste es un claro ejemplo de ello».

Es más que un salón de té. Es una institución desde 1931
Es más que un salón de té. Es una institución desde 1931

#SaveEmbassy #Todossomosembassy #embassysiempre #nosinmité #SalvemosEmbassy son algunos de los hashtag creados en las redes sociales que, como no podía ser de otra manera, se han hecho eco rápidamente. Numerosas caras conocidas, clientes del mítico establecimiento, se han sumado también a la petición popular de evitar el cierre porque tal y como recoge el manifiesto de mi compañero Ignacio Peyró y la periodista Emilia Landeluce, «el cierre de Embassy haría de Madrid un lugar más vulgar y prosaico, más impersonal y más áspero… Salvar Embassy es hoy una gran causa para la responsabilidad cívica«.

Con el paso de las horas también aumenta el número de firmas que suscriben otra petición, la de Change.org «para que se mantenga vivo el local que fuera base del espionaje durante la Segunda Guerra Mundial… porque esta ciudad no puede verse despojada del valor cultural incalculable que atesora un lugar de encuentro entre generaciones«. La solicitud va dirigida al Ayuntamiento de Madrid así como al Gobierno de España, a la Cámara de Comercio de Madrid, al Ministerio de Industria, Energía y Turismo y al de Educación, Cultura y Deportes.

Embassy ha mantenido su ubicación desde su apertura
Embassy ha mantenido su ubicación en la esquina entre la calle Ayala y el Paseo de la Castellana desde su apertura

A partir del 31 de marzo, la esquina del Paseo de la Castellana con la calle Ayala será otro cantar. Se rumorea que el local de tres plantas ha sido adquirido por una exitosa pareja dedicada a la restauración de calidad con varios restaurantes (de los que están completos día tras día) en el barrio de Salamanca. De ser cierto el chisme, se convertirá en el nuevo local de moda donde se come bien, pero significará el fin de un capítulo en la historia de muchos de nosotros. Cierto es que sus famosos productos se podrán saborear en otros Embassy de la capital, pero ninguno de ellos tiene el savoir faire de los Campos Elíseos que según su fundadora, la irlandesa Margaret Kearney Taylor, tenía su equivalente en la Castellana.

Su fundadora
Su fundadora Margaret Kearney Taylor (derecha) tuvo un gusto exquisito a la hora de escoger sus productos

Aquí, durante la II Guerra Mundia,l era habitual ver a los espías alemanes sentados en una mesa al lado de sus homólogos británicos conspirando mientras se miraban de reojo. Décadas después, esos mismos asientos de terciopelo han sido ocupados por ministros, actores de Hollywood, marquesas y gente anónima que se mezclaba con otros clientes famosos como el arquitecto Sir Norman Foster. Pero antes, el salón que está a punto de cerrar, dio cobijo a miles de refugiados judíos (se habla de ¡30.000!) que llegados de toda Europa escapaban de los nazis. Por todo ello, God Save Embassy. Gracias por tanto.

*La firma ha enviado un comunicado oficial en el que afirma «estar estudiando distintas fórmulas empresariales para hacer viable nuestra empresa». La realidad es que en el mismo no niegan el cierre del famoso salón del Paseo de la Castellana.

embassycomunicado

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