¿Escupir en el campo está de moda?

¿Una moda, una costumbre, un tic? Escupir en los campos de fútbol ante millones de espectadores en la televisión se ha convertido en algo cotidiano, un acto de mala educación, de falta de respeto y sobre todo de ejemplo poco recomendable para los más jóvenes.

Agustín Castellote. 12/06/2017

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a un partido de fútbol de niños. Tenían entre 10 y 12 años. Lo que más me llamó la atención, junto al fervor de los padres y las habilidades futbolísticas de los chicos, fue verlos constantemente escupir sobre el campo.

Después de cada jugada, de cada acierto o cada error, de cada protesta, la mayoría de los chavales soltaba un salivazo de forma natural, como si la desagradable escena formara parte del propio juego, del ritual del fútbol, que los lleva a protestar al árbitro, quejarse de las botas, pedir tarjeta para el rival o simular faltas dentro del área. Los niños lo repetían constantemente en el campo y los padres hacían caso omiso desde la grada, como si estuvieran ante un hecho habitual, algo que formara parte del manual del futbolista.

Los niños toman ejemplo de sus ídolos. Sorprende que escupan en el campo desde pequeños

Horas después se jugaba la final de la Champions League en la que el Real Madrid obtenía brillantemente su 12ª Copa de Europa, que le corona como el equipo más laureado del mundo. Y allí estaban ellos, los grandes héroes del fútbol mundial, luciendo su juego exquisito, sus goles, sus paradas, sus centros milimétricos, sus regates y… sus esputos.

La televisión nos ofrecía primeros planos de esas maravillosas jugadas, de los goles fantásticos, que eran jaleados por todos, frente a escenas tan desagradables e indignantes como verlos escupir desenfrenadamente, como si se tratara de un acto cotidiano, de una costumbre o una especie de ansiolítico al estrés del momento.

¿Por qué lo toman como algo cotidiano cuando es un gesto de mala educación?

En estas horas he intentado consultar a expertos para buscar una explicación. ¿Por qué se lucha en el fútbol contra el insulto, la agresión, la provocación o la injusticia, y nadie hace nada frente a la falta de respeto y educación ante millones de personas? ¿Por qué a un futbolista no se le permite jugar con sangre, levantar su camiseta o rendir homenaje a un compañero lesionado, y sí puede escupir continuamente en un acto tan asqueroso como insano?

«Necesidades biológicas, mecanismo de autodefensa del organismo, estado de ansiedad y nerviosismo, explicaciones fisiológicas», son algunas de las respuestas recibidas, que eran rápidamente contrarrestadas con la siguiente pregunta ¿Por qué no escupen los tenistas o los ciclistas, gimnastas o los jugadores de baloncesto, balonmano, etc? La razón parece evidente, no hay un motivo que lo justifique, es una moda, un postureo, una desagradable y escatológica costumbre. La mayoría de los futbolistas escupen, simplemente por el mero hecho de escupir.

Se toma como algo habitual, como algo implícito en el manual del futbolista

Y el gran problema de esta degradante actitud es el ejemplo para los niños. Como los que yo vi, que imitan a sus ídolos, que crecen viendo a los profesionales escupir, pensando que hacerlo es una forma de empezar a ser estrella. Referentes que ejercen una enorme influencia a través del fenómeno de la televisión y que sustituyen a los padres como superhéroes, siendo imitados en su forma de actuar, de vestir o de pensar. Estrellas mediáticas que juegan un papel clave en el proceso de la construcción de la personalidad del niño, que generan influencia, cambian el patrón de conducta y se convierten en modelos de identificación.

En el código del futbolista profesional escupir a un contrario es denigrarle, humillarle, el acto más desagradable y vejatorio que existe, por encima de la propia agresión. Escupir frente a millones de espectadores en el mundo, ante cientos de miles de niños… ¿cómo habría que calificarlo? El fútbol necesita inmediatamente mecanismos de defensa que renueven ilusiones y protejan a los espectadores, especialmente al desarrollo emocional de los más jóvenes que lo ven y lo practican.

No es un buen ejemplo para los más pequeños y deberíamos corregirlo

Si hemos conseguido dejar de fumar en espacios públicos, vigilar el alcohol al volante y una sensibilización para intentar ser un poquito más sociables con el prójimo ¿Podrá el fútbol alguna vez acabar con la impostura, la irreverencia de que cada uno haga lo que le da la gana, cuando le da la gana y como le apetece? Es simplemente un problema de respeto y educación y se deberían tomar medidas urgentes, aunque solo fuera para evitar, como dice el refranero, que: «El que al cielo escupe, en la cara le cae».

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